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NAVEGANDO ENTRE SUBMARINOS. Singladura Nr.22

 

NAVEGANDO ENTRE SUBMARINOS.

Singladura Nr.22



"Solo, yo voy solo entre la gente

que me mira indiferente

sin sentir curiosidad....

 

Solo, como un perro callejero,

como barca sin velero,

solo con mi soledad...

 

Poco importa si me pierdo

por un triste callejón;

solo me queda el recuerdo

de cantar esta canción...

 

-¡Ay mi querido amigo,

"Gitano Señorón", ¿por qué tuviste que morirte?... Ella, ellos y yo, todos te queremos aquí, no importa tu ausencia…

 

Bella copla que pareciera un poco echa para mis andares marineros durante la Guerra. Muchos viajes intracosteros y por el Golfo de Saint Lawrence y su Río hicimos y muchos y muy variados minerales, madera, y también cervezas cargamos de los distintos puertos canadienses a Los Estados Unidos y viceversa.

 

Armando Hernández, el chico de Sagua La Grande andaba de camarero de la tripulación y yo en la cubierta de timonel. Y un buen día, en New York, nos dicen que vamos a Cuba. ¡A la Isabela, a mi casa!

 

Y seguimos solteros, como nave. Nos gusta tanto la copla que la actuamos antes que esta fuera escrita. Y fuimos a mi pueblo.

 

Nuestra alegría era tal y tanta alegría, como la de aquel tipo muy religioso que se murió y se encuentra con que lo mandan al cielo... o como el niño aquél a quien la vecina lo manda a la tienda, se equivoca y le da dinero de más, y a este se le va haciendo aguas su boca al pensar en los caramelos que se va a comprar con esos centavitos extra, como al que le cayeron del cielo.

 

Y no hubo miedos esta vez, no; al contrario, si nos preguntan tal vez hubiéramos respondido lo de aquel borracho feo: "A mí me matarán, pero yo gozo." Poco nos importaban las minas, ni los torpedos que nos soplaban los alemanes, ni los despachos horrendos de barcos nuestros que eran hundidos a diario por todos los mares. Ni si el "Liberty" era un barco endeble porque su diseño era defectuoso, porque los soldadores improvisados hacían malas costuras, o si Hitler orinaba sentado. Solos, el andar solos, era un andar bastante jo...o, pero nosotros dos, cubanos jóvenes y atrevidos, estábamos contentos. Es curioso que, aunque Armando y yo éramos muy diferentes en casi todo lo que hacíamos y pensábamos, una cosa nos unía, yo era el osado, el curioso, el aventurero... Él, Armando, era el indiferente, el ajeno, el lejano, casi insensible a la existencia de todo lo que no fuera vestirse bien, comer y beber su whiskey.

¡Vaya!, que, si el barco se hunde, ya nos recogerá otro barco.

 

Y la Isabela se vistió con sus mejores velas en la bahía y Sagua con sus más bellas flores de dos piernas y hasta la banda municipal, formada por bomberos voluntarios nos dio una retreta... de música, ¿eh?, que no de patadas.

 

Y a cantar la copla de nuevo con mi amigo Garrido: ...“solo, como barca sin velero”... que New York nos espera. Y el tío Samuel me tiene una cartita escondida bajo la manga de su gabardina.

 

El Capitán manda al "Stirman", (Tercer Oficial), Olsen, a llevarnos, a Armando y a mí, a la Iglesia Noruega, cerca de Wall Street, en Battery Place, Manhattan.

 

Allí nos habla, por separado, a Armando y a mí, el cónsul noruego. Y a mí me dijo el hombre que probablemente mi barco saliera a una misión sumamente peligrosa, que bien podía ser, a la misma Noruega. Yo le dije en el acto: "YO VOY."

 

El diplomático me había citado a la Iglesia Noruega, que es donde todos los asuntos de tripulaciones noruegas se manejan. El Párroco noruego me mira muy seriamente y me pregunta a boca de jarro: "¿Por qué te ofreces, si ya has visto muy bien los riesgos que hay, y si te embarcas en este viaje, es posible que no haya regreso?” ...

 

-"Hay que derrotar a Hitler, Reverendo y Señor Cónsul." El Cónsul me abrazó y vi una brillosa rayita en sus mejillas... y se alejó en silencio, porque los escandinavos no lloran, tienen fama de fríos.

 

El religioso me dijo; -Tu barco va al astillero, ve abordo, recoge tus pertenencias y vete al Hotel Chelsea, allí tienes una habitación separada mientras se hacen los preparativos. Aquí tienes todo el dinero que tienes ganado hasta hoy, pero el hotel yo lo he pagado ya. Va por el Reino…

 

-Una cosa quiero decirte. Cuida de no hablar de esto que has oído aquí, estamos en guerra, bien lo sabes. Me di media vuelta para salir de allí, pero el Ministro me detuvo…

 

-Y hay algo más, el Gobierno Americano puede que te invite a una oficina. Lo que decidas o hables es asunto ajeno a mí, pero debes proceder con mucha seriedad en estos asuntos.

 

-Reverendo, ¿es solo a mí que se me está hablando... quiero decir, al otro cubano, Armando también?...

 

-No estoy en libertad de responderte, pero creo que sí. Al día siguiente me entrevistaban en una oficina de la "US War Shipping Administration", en el Downtown de Manhattan. Un centenar de preguntas en inglés clásico algo superior a mis conocimientos en ese momento. Pero pasamos el charco.

 

-Lo Felicito, amigo cubano; ¡Mire estos papeles!... en un deficiente, pero entendible idioma español

 

-¡Huy, cuantos datos de mi vida y las de mis familiares!     Hasta mi abuelo paterno, muerto durante la Guerra de Independencia en Cuba estaba allí.

 

-Mr. yo soy un pobre chico de una familia pobre de Cuba, navegando en un barco noruego, ¿Cómo es posible que usted tenga en sus manos prácticamente todo el árbol genealógico de mi familia?

 

-A nosotros nos gusta conocer a nuestros amigos, y que siempre esos amigos nos digan la verdad, y yo le felicito. aquí puede leer lo que sabemos de usted y compararlo con lo que me ha dicho.

 

-Le vamos a entregar un Certificado de su Inscripción con este Ministerio, así como una póliza de Seguros de Vida a favor de, como me ha dicho, su madre y su hermana. Desde hoy usted está directa e indirectamente al servicio de Los Estados Unidos de América. ¡Welcome! Y me dio un fuerte abrazo.

 

Salimos los dos al Luncheonette de frente al Edificio Federal y disfrutamos juntos de una taza de mocha y un "apple pie."

 

 

-0h, no más por hoy, hermanos, vamos por cuentagotas. Estoy rendido de sueño, mañana continuamos esta singladura.

 

Continua más abajo...

 

 

Un par de días más tarde, mientras yo leía el libro, "Two Years Before the Mast", de Jack London, sentado a la orilla del pequeño lago en el Central Park, en New York, se me acercaron dos hombres altos, muy bien vestidos y me mostraron sus cartas de identificación. Era dos Agentes Federales, francamente me asusté.

 

-Necesitamos que nos acompañe... Así, amable, pero secamente.

 

En mi cuarto en el hotel, me dijeron: -Pick up your stuff" (recoge tus cosas) vas a otro lugar ¡Hummm! Esto pinta mal, me dije yo. Pero no hice comentario alguno.

 

Unas horas más tarde estaba yo ya acomodado en una como escuela, donde había dormitorios y muchos equipos que yo nunca había visto. Muchos uniformes llenos de oropeles había allí. Todos me saludaban cortésmente cuando se me cruzaban en los distintos lugares, pero ninguno me hablaba. Hasta que al fin, un sargento de los "US Marines," me invita al comedor y me ofrece un café.

 

-¿Sabes dónde estás? En inglés, claro está, de aquí en adelante todo ha de ser en el idioma de los yankees.     -Estás en una Academia Exclusiva para Personal de Servicios Especiales. Se respondió el mismo a la pregunta que formulara.

 

-Y yo, ¿qué hago aquí, estoy preso acaso?...

 

-Tanto como preso, no. ¿Por o para qué? Ya muy pronto tendrás la respuesta, pero yo no la sé... y francamente, si la supiera, no te la diría.

 

Esa noche no dormí. Pensaba y me preguntaba una y otra vez, ¿En qué diablos de lío estaré yo metido ahora?...

 

El desayuno era bueno y abundante, pero las preocupaciones mías corrían de babor a estribor en la cabeza, como cuando navegamos con el mar por un costado. Me tomé un montón de tazas de coffee entre sonrisas y saludos militares sin que nadie me hablara. Y cada vez veía más oficiales.

 

Como a eso de la diez de la mañana me llaman a una oficina. Allí estaba el Capitán de mi barco, muchos oficiales americanos, unos oficiales ingleses y varios antorchados daneses.

 

-Mr. Fernández...

 

-Perdón, mi apellido es Rodríguez...

 

-Your last is Fernández. Don't try to change that.

 

-But, Sir, my name is Rodriguez, by my father...

 

-¡Enough!" Y me clavaron el apellido de mi madre porque ese era el último, el "last name", que los gringos llaman al apellido y que tantos hispanos hemos tenido que tolerar al llegar a estas tierras, porque ellos no respetan ni aprenden otras culturas.

 

-Now. usted viene aquí seleccionado para un entrenamiento especial, en un proyecto secreto. Yo le voy a decir a usted lo que ha de hacer. Y usted me va a decir si se somete a nuestro proyecto, o si se quiere salir antes de comenzar. Pero tenga presente que, si acepta y se ofrece, su decisión ha de ser enteramente voluntaria, pero eso sí, una vez que usted sabe algo de lo que aquí hacemos, no hay regreso. ¡Piénselo bien!... si quiere puede pensarlo hasta media noche... después de esa hora si no se ha decidido queda fuera del programa.

 

-Go Ahead; I'm in.

 

-¿Está usted seguro?

 

-Sí.

 

Y ahí comienza mi vida a deslizarse por los hielos del tiempo y las más inesperadas -al menos para mi- aventuras que un guajirito isabelino pudiera imaginar, como no fuera leyendo a Salgari, a Jack London ó a Jules Verne... aunque el pobre Verne nunca pudo navegar.

 

No puedo yo aquí, aún hoy, hablar mucho de lo que hicimos allí, pues no recuerdo que me dijeran si se podía hablar de eso, o no. Mas, baste decir que un sinnúmero de equipos, máquinas, armas, y equipos eléctricos y electrónicos hasta entonces no conocidos del pueblo estaban allí. En las clases que nos (nos digo), porque luego habían otros más, como yo, que nos daban con mucho sigilo, aunque para esta hora ya constituíamos parte del proyecto.

 

Supervivencia en el hielo, terrenos posiblemente minados, comidas raras de la naturaleza a la boca, una raza ajena y distinta, lenguas hasta ahora desconocidas para muchos de nosotros, y como lograr hacer amistades con esos seres humanos. Armas especiales, como manipular ciertas cargas de equipos científicos, etc. Tanto que aprender, en tan corto espacio de tiempo y cuanta brillantez de los maestros que nos preparaban. ¡Asombroso proyecto! ¿Proyecto?

 

Unas cortas semanas allí y me devolvieron a New York, luego de tomarme un juramento muy severo. Allí supe que Armando no había sido invitado a participar.

 

Pero regresamos al mismo barco... solo que ahora casi no lo reconozco. Lo han cambiado todo. Parece que hicieron otro en su lugar.

 

Al salir de New York por el canal intercostero, ya teníamos abordo, yo no sé cuándo las pusieron allí, en la bodega de popa, unas enormes cajas, como algunas que yo había visto en la "escuela." Y llegamos a Boston.

 

Luego fuimos recogiendo cajas y equipos en Portland, Maine, Halifax, Sidney, Chicoutimi, Saint John's, Newfoundland, y también mucha papa, pepinos encurtidos y cerveza canadiense, enormes cantidades, antes de partir hacia el norte.

 

¡Ah, me decía yo, que presea para un submarino alemán!...

 

Y a navegar solitos de nuevo. Mas, esta vez nuestra nave se vestía de lujo con su tripulación y los otros. Nos habían cambiado algunos de los tripulantes regulares, y trajeron unos nuevos, mucho más educados y hábiles.

 

Un Capitán danés que representaba allí a su país, tres altos oficiales de los US Marines, varios científicos americanos y una dotación de técnicos bien templados para el papel.

 

Proa al norte y al vendaval. Cuatro días corriendo a toda máquina hacia el norte y, al final, cuando el tiempo amaina, estamos exactamente a una milla al sur de el punto donde habíamos estado cuando la tormenta comenzaba. Mucha carga y mayor oleaje.

 

Pobres estómagos rellenos de leche evaporada. Mas nunca la he podido ni mirar.

 

Y llegamos Ivigtut, en La Groenlandia, pasando por Christianhaaven.

 

Y por primera vez vi un esquimal.

 

¡Ay, amigos; que gentes lindas esos animalitos inocentes en cuerpos de hombres y mujeres! Son más parecidos a los Mayas de Centro América que a nosotros. Y más dóciles que el perrito de Chuchi.

 

Pero eso que me quieren preguntar acerca de los esquimales y sus mujeres... Oh, mejor esperan un poquito.

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2009-04-05

 

 

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CONGELADOS Singladura Nr.21

 

CONGELADOS

Singladura Nr.21




Aquella, mi primera noche encerrado dentro de un barco aprisionado entre las inmensas fauces del monstruo de las nieves, me hacía oír una extraordinaria cantidad de sonidos, cuyas formas y expresiones, no se parecían al choque de las olas contra las bordas, ni al rugir del viento en las jarcias, ni tampoco a una banda de gorilas descarriados por el monte. ¡No, todo era distinto! El cielo era blanco, blancas las nieblas que nos negaban visibilidad y blanco también era el mar que nos rodeaba ahora congelado. A las cuatro de la madrugada, cuando terminé mi guardia en el puente, más como guardián que otra cosa, miré por el frente de la proa. La cadena del ancla lucía ser de una tonelada de peso en cada eslabón. Hielo eran las cubiertas, no había nieve alguna, solo hielo cristalizado al punto del acero fino en la fragua. Y más blanco.

 

Me sentía perfectamente bien y solo un poco curioso de todo lo que veía que era a la vez, nuevo para mí. Me dormí al instante, pero no por mucho tiempo. Como el barco estaba encerrado en el hielo de la bahía de donde no podía moverse, difícil iba a ser que una ola lo moviera. Pero un sacudón del camastro me puso sobre mis pies. ¿Qué pasó? Muchos corrieron a sus puestos de emergencia y el Capitán salió a cubierta. -¿Qué está pasando aquí?

Por primera vez veía yo a todos los oficiales juntos al mismo instante. "Presión" me dijo el viejito Olsen, mi jefe de guardia y segundo piloto.

 

El Skibforer y los Steermen todos se echaron fuera de borda a recorrer todos los costados del barco caminando sobre la plana superficie helada. Comenzaron los estudios, el barco se elevaba sobre su propio calado tratando de liberarse de su encierro. Tres pulgadas, dijo uno de los oficiales. Tres pulgadas menos de calado, el hielo está rechazando el barco y de la misma presión que estos hielos hacen tratan de expulsar al intruso y echarlo fuera del agua. Pero hay más aún, la presión que ejercía el hielo contra las bodegas y fondos del barco ya se hacían sentir. La presión era inmensa y los temores de un desastre no se hacían esperar. Comenzaron a traquetear las paredes, los remaches de los costados empezaban a saltar uno tras otro. Se nos desarma el barco, anunció el primer oficial. Hay ya paredes, (Bunkers) a punto de rajarse. Los traquidos lloran a menudo. ¿A quién llamar?

 

Marineros somos y en el mar andamos, pero este, ¿este es el mar ahora? Este barco está en medio de un enorme valle de hielo que le presiona por todos lados

 

Los ruidos de la presión hacen que se le tenga miedo a una achatarrada pila de planchas de un momento a otro, donde ayer hubo un barco. El Capitán ordenó sacar colchones y frazadas fuera del barco y los abrigos, para tratar de descansar sobre el hielo y así evitar pérdidas de vida. "Stavanger" era mi compañero de guardia, alto flaco pálido como una doncella asustada y con una sonrisa casi infantil a sus 28 años. Nada sorprendía a este muchacho.

 

-¡Eah, cubano, vámonos a esquiar! Yo no pienso dormir y hay unos cerros por allí que me gustaría explorar...

 

-Oye, pero están a muchas millas me dijo un esquimal ayer mismo…

 

-¡Na, narenah! En minutos estamos allá. Y a esquiar nos fuimos en solo minutos.

 

-¡Caray! Si aquel flaco sobre el hielo era un cohete. Mucho tengo que agradecerle sus enseñanzas en aquel ambiente. Gracias a ese muchacho que se me pegó de hermano cuasi real, como en la realidad era conmigo, pude yo sobrevivir, disfrutar y servir los propósitos deseados en mis viajes alrededor del Polo Norte. Nos echamos a correr.

-¡Hear, vait, vait fer me! Mal inglés el de Scorgen pero que diantres, si era nuestro violinista abordo. ¡Y qué violinista! Con el teníamos la ópera, el concierto, La Scala, Radio City Music Hall, el mejor salón abordo. Y con lo corpulento que era pronto me dejaba atrás. Estos noruegos nacen patinando. Media hora o más había pasado cuando los ruidos del movimiento de los hielos nos aturdían y aun así un sonido metálico sobrepujando todos los demás nos conmovió. -¿What was that?

 

El oído musical tan delicado de Scorgen era un instrumento de la más delicada sensibilidad a las vibraciones. -¡Halt! Nuestro barco. Volvamos. ¡Presto!

 

-¡Nuestro barco!... ¡Vaya un par de instrumentos los de este violinista!

 

Feo fue el despertar de aquella pesadilla. Parte del costado de estribor estaba rajado a la altura del centro, allí por donde estaba la máquina, unos metros detrás del puente. La plancha de acero estaba doblada un metro hacia adentro y la loma de hielo que a su lado crecía lucía amenazante. En cualquier momento el hielo rompe hacia adentro. -¿Que? Ya está dentro de la casa de máquinas

 

-No se asuste nadie, estamos en tierra firme.

 

-Stavanger, para de decir tonterías, cuando afloje la presión del hielo el barco se nos hunde.

 

-Bueno, por eso yo quiero irme a esquiar a las montañas. "¡Fanny e helvete!" "¡Nah, nah, nareanáh!"

 

Los días se alargaban, las semanas corrían y el hielo seguía sin ceder un palmo. Afortunadamente el propio crecimiento y la presión iban empujando el barco hacia arriba según crecía uno y aumentaba el otro. Tanto así que hubo momentos al mes en que se temía que el barco se virara de costado porque ya estaba demasiado elevado y amenazaba con virarse. Ya tenía unos 38 grados de escora.

 

Un ingeniero danés de la mina de Ivigtut y unos ingenieros y soldadores de los US Marines que nos asistían habían quebrado el hielo y liberado las planchas rajadas, pero no se atrevía a reparar todavía por múltiples razones. Había que esperar, pero entre el Capitán y el ingeniero de minas trazaron un plan de emergencia. Trajeron una bomba, largos tramos de manguera y una barrenadora. Perforando el hielo lograron llegar al agua líquida debajo de la capa de la superficie y comenzaron a bombear a gran velocidad por el agua se congelaba de instantáneo.

 

¡Voilá! El agua así extraída era regada a todo lo largo del costado del barco y según esta caía y se congelaba una enorme pared de hielo se iba formando para que el barco, recostado allí, no pudiera seguir escorándose. Doce metros de altura construyeron así y justo a tiempo. Debo decir que esos tiempos y en medio de la guerra parecíamos una pobre palomita esperando por los alemanes con sus torpederas, pero no vinieron. Tal vez pensaron que la naturaleza ya se había hecho cargo de nosotros. Un enemigo menos sin gastar balas.

 

Pero tampoco las necesitaron. Unos días más tarde los ingenieros de las minas trajeron sus equipos, cortaron una brecha en el hielo hasta llegar al punto donde las planchas estaban rajadas y se preparaban para empezar a soldar unos parches cuando de pronto se nos viene encima una de estas tormentas de hielo y viento que arranca palmas mochas y secuestra doncellas grises. Poco no fue el esfuerzo para sobrevivir en esos tres días que le siguieron al vendaval. La congelación ahora fue tal que el barco quedó sepultado, no ya bajo una nieve blanda, no, quedó bajo una montaña de hielo sólido. Y ahora los meros y los Marines no podían ayudarnos porque la situación se había tornado crítica a esas alturas del planeta y necesitaban todos sus equipos en las minas y la vigilancia antisubmarina.

 

Tres barcos fueron hundidos por los alemanes durante esos días a unas pocas millas de distancia hacia el sur. Y nosotros sentados hurgándonos las narices. La comida empezó a escasear, aunque teníamos mucha cerveza de la que le llevábamos para los oficiales de los Marines y de las minas. Yo, que tenía el estómago un poco dudoso me mantenía de papas y hervidas y por la madrugada me metía en el refrigerador y comía unos pepinos en vinagre grandísimos que habíamos traído del Canadá y nadie los comía.

 

¿Mal del estómago y comiendo pepinos en vinagre, dice usted? Bueno, lo otros estaban ya comiendo carne de animales cazados por los nativos, cruda y congeladas... ¡Uf! Por eso es que yo no como sushi japonés.

 

Casi cuatro meses allí, en esas condiciones. Los US Marines nos habían acogido en una de sus barracas de acero, calentitas y bien abrigadas. Lo único malo era que no nos dejaban meter allí a las "esquibuenas" porque decían que eran "esquimalas". ¡Vaya usted a ver!

 

Y eso que el lobo con hambre le mete el diente a cualquier cosa. Bueno.

 

Un día llegaron cargamentos de comida en trineos esquimales y equipos para nosotros los tripulantes de mi barco. ¿Y el barco, qué hacemos con el barco?

 

La naturaleza es sabia, dicen. La respuesta no se hizo esperar. De pronto la temperatura dió un enorme giro y el hielo comenzó a derretirse. Bastaron unas cuarenta horas para darnos la respuesta a la pregunta. Según el hielo aflojaba el barco comenzó a bajarse de su alta loma de hielo, y al principio, empujado por la alta pared que le habían construido junto al costado de estribor, empezó a enderezarse... y bajar. Lentamente al principio... Lentamente.

 

Pero según pasaba el tiempo, el tiempo se hacía más corto, el hielo se derretía a mayor velocidad y lo resbalones hacia abajo se hacían más y más estruendosos hasta que allá por la segunda madrugada, de pronto. ¡BBBBRRRRUUUUMMMM!

 

Hierros, hielo, agua, espuma y estruendos atormentadores. Una o dos horas pasaron cuando el ingeniero jefe de la mina y el coronel que mandaba los US Marines nos ordenaron alejarnos hacia tierra firme. La cubierta congelada del mar había comenzado a mostrar quebraduras, era demasiado riesgoso el permanecer allí esperando.

 

.¡BBBRRRUUUMMM! ¡Splash!

 

Truenos y largas columnas de espuma se elevan del ahora hueco donde había estado recostado nuestro barco...

 

Una leve imitación de columna de humo congelado subía como la mano del amigo muerto en medio de la batalla, diciéndonos su último lúgubre adiós.

 

Con el barco se fue al fondo uno de mis dibujos más queridos. Era ella, era la mujer que desde muy niño soñaba yo que un día sería de mi amar, una ilusión, una carita de magia. La que he seguido buscando en las luces y las sombras de los días y las noches, en los puertos y la salas, y hasta hoy en el regazo de sus cabellos enredados que un día serán míos.

 

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-05-02

 

 

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EL "NEGRO" LEGORBURU Singladura Nr.20


EL "NEGRO" LEGORBURU

 

Singladura Nr.20






 "Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar"

José Martí.

 

El mal olor venía con la brisa anunciando el paso de algún animal muerto por las arenosas calles del pueblo. Las caras de los parroquianos isabelinos se volvían en busca del sucio carretón de la basura, que no debía andar muy lejos.

 

El verde mar, color con el que hubo sido pintado alguna vez, pujaba por mostrar una sonrisa por debajo de los chorros colgantes de pútridas sustancias que un día fueron tal vez manjar en nuestras mesas. Y aquél cuadrado cajón, ancho arriba y menos abajo, que pudo haber sido el que transportaba oro en alguna mina oriental, era allí, en nuestras arenosas calles, el "aura tiñosa" que cargaba en sus entrañas los desechos "perfumados" de cada rincón del pueblo.

 

Desde La Punta hasta el cabo del pueblo recorría llenándose la ancha panza en cada jornada. Montado sobre dos grandes ruedas de madera cubana forradas con zunchos de hierro a puro fuego, tal vez hechas por Perico Véliz en la Fundición que tenía allá en el patio de su casa, cerca de la carretera. El viejo carretón era fiel compañero y silente cómplice en guardar los secretos de la cocina de cada isabelino. Complicidad silente y servil la suya, porque trabajaba con "El Negro"... y este casi nunca hablaba.


Tiraba, si es que a eso se le puede llamar así, del carretón, un gigantesco mulo color chocolate que, bien mirado, podía confundirse en color y catadura con el infeliz carretonero. Ya dijo el chuzco maldito al hacerse cargo del corral: "Estos burros que llevan tanto tiempo juntos en el mismo corral todos se parecen por el pelo". Hombre y animal eran grandes, de pelo y piel oscuras. Pacientes eran los dos, más pacientes digo, que Jean Valgean actuando como Cuasimodo en la película francesa titulada "El Jorobado de Nuestra Señora de París". Nada, lluvia, viento, chillidos burlones de los golfillos callejeros, pregones, ni la trompeta del Capitán Nemo, si Jules Vernes se la hubiera mandado, perturbaban la paz mental o alentaban la parsimonia del hombre ni la del animal. Tenían su paso.

 

Solo los jueves cambiaban de paso. El pobre mulo vestía sus orejas de fiestas, moviéndolas casi cual si fueran de conejos enamorados de la zanahoria. Era día de romería, de campo abierto, de yerba fresca, de agua bebida al filo de las lagunas de El Dorado, de...

 

Y en la soleada faz de el "Negro", un como sutil brillo en la voz se notaba al arrear su animal. "Hala, vamos, arrea, mulo". Eso era en aquél solitario ser humano una especie de medio de alegre expresión, esparcimiento, descanso. Ah, sí, hermano; hay almas que gozan y descansan de sus cadenas si un día las pueden arrastrar por las calles fuera de sus paredes.

 

El "Negro" y su mulo gozaban de asueto los jueves. Viajaban muchos quilómetros para encontrar yerba de guinea y, hoz en mano, cortar y atar en sendos "masos de yerba", el verde alimento para alimentar durante la semana venidera al rudo animal. Y el mulo se aprovechaba con la picardía de saber que hoy el podía comer toda la yerba fresca que sus maxilares triturar pudieran. Y mientras tanto, el "Negro" sudaba.

 

Muchos años duró esta rutina. Yo era un niño cuando empecé a ver esta ESTAMPA ISABELINA. Nadie parecía sentir interés por "El Negro de la Basura". Que dicho sea de paso, no era negro de raza. "El Negro" Legorburu era oriundo de Las Islas Canarias, como tantos en nuestra provincia Villareña, pero más parecía marroquí que español por su piel.

 

Vivía muy solitario, yo no recuerdo haberle conocido amigos ni haberlo visto en comercio o bar alguno. Se decía que era miembro de la familia Legorburu, que era una muy distinguida y buena familia de Sagua y la Isabela, pero yo no lo sé. (Por cierto, Carlitos Legorburu fue por mucho tiempo alcalde de la Isabela. Y muy bueno y luchador que fue.) Al "Negro", todos le miraban indiferentes, como si el mal olor de los desperdicios de sus propias casas, recogidas por este ser humano, fuera el mal olor permanente y único del infeliz carretonero. Casi nadie se dirigía a él.

 

Y, oh, perdón, error que cometo, una vez oí al sibarítico juez Enrique Ardabín haciendo piruetas con su larga boquilla de marfil, mientras prendía uno de sus ovalados cigarrillos preguntarle si le hacia un cierto favor.

 

El mameluco u overol que vestía, que una vez fue de dril azul, (de esos que llaman Levy's hoy día) también se igualaba con el verde extraviado del carretón. Y solo le vi uno oscuro cuando pasó el ciclón. ¡Dios santo, cuánto es capaz de trabajar un ser humano por el bien de sus hermanos! Regalo humano era el "Negro de la basura" a nuestro pueblo de Isabela.

 

Yo me fui a cabalgar por las sierras ajenas que Dios me diera. Y pasaron los años. Y vinieron las imágenes retratadas en el cerebro. La última imagen que los ojos ven, la computadora de nuestra vida la conserva permanentemente como su historia. Y si la vimos niña, muchos años después, desafiando la realidad, nuestra memoria nos exige que la veamos niña todavía, como miran las madres. Tanto así, que en Francia, allá por los años 30, científicos policiacos con la colaboración del Doctor Israel Castellanos, ese genio cubano de las ciencias policiales, llegaron a crear un tipo de fotografía de la pupila de los humanos muertos violentamente para poder ver qué y quién fue la última persona vista por el difunto.

 

Un día volví de visita a mi pueblo. Y pregunté, sí, yo pregunté por el "Negro".

"El nuevo alcalde lo despidió (¡Arrea!) lo botó y puso un hombre limpio en su lugar." Me dolió un poquito esa expresión. Caray, me dije; durante tanto tiempo este pobre hombre nos mantuvo nuestro lindo pueblo limpio y es esto lo único que se nos ocurre decir...

 

Me fui por los barrios a ver no sé qué... Pero vi desperdicios en las calles. Había una gato destripado cerca del Ancla en el arenal de La Punta y desperdicios de comidas junto al Muelle del City Bank. Bajé hasta el Muelle de Amézaga y en el Bar de Muti, que todavía no se llamaba Barrilito, allí me presentaron a un señor que hablaba de política, comparaba aguardientes, reía con las putas deambulantes y vestía camisa blanca. Me dijeron que era el nuevo recogedor de basura del pueblo. Me pareció que en ese momento mi querido pueblo era traicionado por los condenados políticos de afuera, y le pregunté al buen hombre cuando había recogido la basura por última vez. Pero no esperé la respuesta. Me despedí.

 

Mientras el avión que me llevaba de regreso a New York atravesaba el Estrecho de La Florida, en mi cerebro revoloteaba, cual si ala de mariposa asustada fuera, una idea peregrina y mi voz descuidada sacudió a los pasajeros: ¡Qué diantres, "el Negro" era el mejor!

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2009-04-19

 

 

 

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AL DESPERTAR Singladura Nr.19

 

AL DESPERTAR

Singladura Nr.19




Siempre he mantenido, sin haberlo inventado, la opinión de que el arte es solo la voz, la expresión, la figura del pueblo y sus emociones. Decenas de voces y actitudes mezquinas, desinteresadas y por simple necesidad de sobrevivir dentro del miasma, han desfilado por el escenario nacional y extranjero de nuestra Patria esclavizada. Cobardes y mezquinas expresiones hemos escuchado de unos más que de otros, pero al caso igual. No hay pan, no hay tierra, no hay paz. Hay que morir.

 

"...que el morir por la Patria es vivir."

¿No dijo Perucho Figueredo?

 

Morir por la Patria... ¿A cuántos han matado? ¿Cuántos más tienen que morir aún?

 

Se ha escrito con sangre muchas veces: "Nadie escuchaba."

 

A las voces de los vivos se les vende, acusa, insulta y vilifica. A la voz del tirano se le escucha hasta para ir al retrete. "Es noticia", dicen. Y el cubano muere. Muerte es la palabra. Muerte a todos a cambio del poder absoluto de un orate empedernido y borracho de poder. Muerte en las rejas, en los Paredones, en el Estrecho y en las tierras lejanas, pero muertes. Nada más que se abren las páginas del diario y se mira la Sección de Obituarios. Liborio Pérez, González, Rodríguez, Gómez, Yusleidys Chang, Wlfred Young, cubanos, serán enterrados en... Cubanos.

 

A los muertos el dictador los usa a su conveniencia, aunque se llamen John Lennon. Y el mundo gira y gira, y los pueblos danzan y las aguas del mar se deslizan tratando de limpiar la sangre de nuestros ahogados. Otros lloramos. Silencio universal. Cuba no importa. La vida avanza, y es ajena. La muerte es solo un hecho natural y a todos nos llega. Beba usted conmigo. Yo invito. Mañana todo volverá, como las aguas a su caudal. Tengo sueño. No me despierten de mi letargo social.

 

Y matan más. Y mueren más... y el mundo gira.

¿Qué vale la vida de un cubano?, se hacen la pregunta algunos.

 

Muchos miles de vidas de cubanos valen, tal vez, Nada.

 

Blanco, negro, chino, mestizo, polaco....

"¡Dígase cubano y se ha dicho todo!" Exclamó José.

 

La historia ha querido enseñarnos, pero no aprendimos aún. La muerte es nuestra compañera... hasta un día. Hoy.

 

Hoy es ese día. Hoy vale una muerte.

Hoy canta una voz del pueblo... hoy hay música de ángeles en mis oídos.

El Ave Fénix se levanta. La chispa está encendida.

Una muerte negra y una voz de mujer.

 

Vaya una para la "igualdad".

 

Orlando dio el máximo que un hombre puede dar. Un cubano, un mulato, un blanco, un negro, un chino, un polaco; Roloff, Lee, López, Varela, El Bayardo, Marianita y Mariana... uno y todos; todos en el uno. Orlando no murió.

 

Orlando vive. Orlando vivió en la voz de Gloria Estefan. Orlando elevó las voces del arte al nivel que miles de artistas no supieron hacerlo jamás. Cuba vive de nuevo. Curioso dato es la coincidencia de nombres. Gloria.

 

¡Gloria es Cuba! Para gloria de Cuba dio su vida un joven cubano que pudo haber dado la gloria de sus talentos para reconstruir y elevar el nivel de vida y la vida misma del cubano. Pero no pudo hacerlo en vida.

 

Por eso digo que Orlando no murió, ni su partida es en vano. Orlando está siendo útil y sirviendo a la causa de la libertad más allá de su propia existencia... las Damas de Blanco lo muestran, los hombres comienzan a despertar de su letargo indolente...

 

No hemos podido los vivos, lo ha logrado Orlando aún después de muerto. Ahora nacerán muchas más Glorias y la libertad sentirá en sus costillas heridas, como el Redentor, un poquito de bálsamo calmante.

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-03-27

 

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ESTA TIERRA TAMBIÉN ES MÍA Singladura Nr.18

 

ESTA TIERRA TAMBIÉN ES MÍA

Singladura Nr.18


Miami Beach en el año 1965


¡Miami, Mayami, Mai-ama! Llámele usted por los usos de sus nombres que más guste, "esta es Cuba, Chaguito." Ya lo dijo el criollo. Esto fue parte de Cuba, no muchos lo saben, pero los ingleses chantajearon a los españoles y se la quitaron en un cambio que no era tal. Era “La Pérfida Albión” en sus eternas marchas por el mundo de las conquistas mediante el chantaje, los piratas y la trampa. Pero fue así y hoy es una ciudad distinta, ajena y propia a la vez, nuestra y no tanto, paraíso de turismo, belleza, capital e inmigrantes ilegales que son una carga pública demasiado pesadas para el trabajador residente a cambio de muy poco. Deje usted que los corazones solitarios de convenientes arreglos le prediquen otras cosas.

 

Pero el Miami de hoy no es el Miami que muchos conocimos hace más de sesenta años, cuatro casuchas, muchos pantanos y tres meses al año de vida. Tampoco es el Miami de muchos que solo van de paso y consideran que solo es el centro del Down Town y la Pequeña Habana. No, lo que hoy desde afuera se conoce como Miami, es un conjunto floreciente de 35 ciudades grandes, medianas y pequeñas que se distinguen las más por sus propias características especiales. Solo que, si usted no conoce a Miami y camina u opera un auto por las calles, es difícil que se entere que está dentro de otra ciudad totalmente distinta, con sus propias leyes y policías y cuarteles de bomberos.

 

Y también que, a pesar de que no existe la separación legal de etnias ni de nadie, si es cierto que por sentidos de familiaridad reinan muchos núcleos de nacionalidades mayoritariamente afines. Miami así, es a veces, cubana, colombiana, haitiana, afroamericana y otras muchas más. Hay para todos los gustos. Y a todo ese conjunto de ciudades se le llama Miami, más por hábito que por razón.

 

Pero aún hay más, la ciudad de Miami propiamente es un pedazo de este bello y rico territorio, pero el nombre es el único que el mundo conoce. Nosotros sabemos cuál es nuestro barrio aquí. La realidad política y administrativa es mayor que Miami. Aquí tenemos el Condado llamado Miami-Dade que es superior y controla a un gobierno propio, a las 35 ciudades que, a su vez, también tienen sus propios gobiernos municipales. Y se aseguran de que no se les confunda con Miami entre nosotros.

 

Por ejemplo, Hialeah es la ciudad industrial y centro de artesanías, con gobierno propio, centro de dictaduras políticas antes italoamericana de un carnicero eterno y luego de un cubano que apenas acaba de soltar, pero en manos de uno fiel a él. Y es una ciudad bien servida y bien administrada en la cual hay de todos los países pero realmente es otra ciudad "cubana hasta la médula".

 

Si usted quiere ver todos los detalles históricos, económicos, turísticos, etc., de este pedazo de tierra (2,431 millas cuadradas, o sea, 6,296 kilómetros cuadrados de territorio) y una población aproximada de tres millones de habitantes de todos los países del planeta, en las que se hablan y escriben mayoritariamente tres idiomas, inglés, español y el haitiano, Kreole. Los documentos oficiales así constan.

 

Hacer aquí una historia completa del Miami de ayer y este nuestro de hoy sería abusar del espacio, cuando toda la información está al alcance de una tecla de su computador.


Miami Beach actualmente.


Partes de Miami hay en las que todo es más y mejor organizado, donde las calles brillan y los edificios sirven de adorno y modernismos, y tres cuadras más allá reside la porquería en la calle y los servicios no se ven por parte alguna. Parte es administración política, es verdad, porque a la hora de juzgar quien gobierna, tenemos una pirámide total.

 

A ver, Gobierno Federal, Gobierno Estatal, Gobierno del Condado, Gobierno Municipal, y si se descuida, tenga en cuenta que aquí se negocian responsabilidades públicas y se les dan poderes a grupos e individuos para que manejen a sus gustos y conveniencias ciertas operaciones gubernamentales. Y he ahí las bases de las corrupciones, el amiguismo, el nepotismo y los otros mil males de una sociedad organizada.

 

Y en medio de esta baraúnda "Miami 35" progresa, mejor, crece, se baña en bellas playas y le brinda al mundo ya nosotros una cara frente al sol y al mar que nos permite respirar un aire de alegrías curiosas, porque convivimos los muy ricos con los pobres al lado de la puerta, pero lejanos hasta en el saludo ausente.

 

Aquí en Miami su vecino puede ser el millonario por la derecha, mientras que el de la izquierda usa su dormitorio para cultivar marihuana, aunque en esta parte la comisión del turismo se ofende cuando se dice como yo hago ahora.

 

Es Miami la ciudad donde el ilegal sin seguros, papeles, empleo, ni salud, ha de ser atendido gratuitamente en nuestros hospitales a costa del trabajador local, no de la nación, las pensiones de retiro al no contribuyente, las escuelas tienen obligación de educar a todo el que llega a sus puertas sin preguntar nada y por eso es abusado el sistema.

 

Estas cosas hacen esta una ciudad de 35, mala para el ciudadano residente, pues viene obligado a pagar por el ajeno y callar, si lo dice, ofende. Pero al mismo tiempo eso es demostración de la grandeza del corazón de los que aquí vivimos, trabajamos y pagamos los impuestos sin esperanza de compensación.

 

Por eso, la vida en esta parte del país es más cara que en muchas otras que no llevan esas cargas a cuestas y que al menos tienen transporte público. Aquí, usted necesita tener un automóvil por cada miembro de su familia de 16 años en adelante o no come ni va a la escuela.

 

Así, este conjunto de barriadas, refugio de cubanos, extensión de Cuba (Eso sí, una Cuba en libertad) es colombiana, haitiana, rusa y de la Torre de Babel. Aquí nosotros representamos al mundo y cada uno con sus pasiones problemas, idiosincrasia y vidas por rehacer, convivimos, nos casamos y creamos hijos al calor del sol de Miami Beach o de los pantanos del Everglades.

 

-¿Es grande y noble Miami? ¡Júrelo usted!

 

-¿Es Miami cubano? No. Ni con mucho.

 

Miami es un gigantesco calderón que bulle con los mil ingredientes humanos del mundo. A Miami usted, si lo conoce, lo ama, si vive en él, lo ama, y si va de paso, lo ama también, porque Miami es eso:

 

¡MIAMI!

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-08-13

 

 

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